Antes de que el paso y asentamiento de los romanos impusieran definitivamente la impronta de la historia en las tierras burgalesas, ya habían dado seńales de vida en ellas, con su propia dinámica, el hombre prehistórico -cuya presencia y actividades han puesto de relieve los importantes descubrimientos hechos en Ojo Guareńa y Atapuerca, los cántabros, los autrigones, los berones, los trumodigos, los vacceos, los pelendones y los arevacos. Llegarían después de los romanos, los godos. Incluso se ha llegado a afirmar, y no gratuitamente, que el rey Wamba fue enterrado en Pampliega... Pero, sin desdeńar los antecedentes, la historia empieza cabalmente para Burgos a finales del siglo IX.

Hacia el ańo 884 Diego Porcelos, encargado por Alfonso III del gobierno del condado castellano, estableció una población alrededor de una fortaleza avanzada de Castilla (Caput Castellae), lo que dio origen a la ciudad de Burgos.

El emplazamiento elegido fue uno de los escasos cerros de la margen derecha del río, para que éste actuara de foso y el cerro defendiera al caserío de los duros vientos del norte. El nombre de la ciudad, de origen germánico, alude a la condición de nuevo poblamiento como núcleo fortificado. La morfología del altozano determinó durante siglos la disposición del abanico del recinto originario. Y la posterior vinculación de Burgos al camino de Santiago, subrayó más aún de este carácter de plano alargado entre el río y el cerro.

Ya en el siglo X era Burgos feudo importante de Castilla virilmente empeñada en la alta empresa histórica de la Reconquista. La aureola burgalesa del legendario Fernán González entroncaría muy pronto con la del esforzado Rodrigo Díaz de Vivar (fotografía del monumento levantado en la plaza Miguel Primo de Rivera). Los ecos de la epopeya del Cid todavía resuenan con vigor por las cuatro esquinas del solar burgalés.

Burgos se convirtió en la capital del condado , y, posteriormente del reino de Castilla y León. (1035), capitalidad que fue trasladada a Toledo en 1087.

Hasta el siglo XI en la ciudad sólo había ganaderos, labradores y soldados, pero en el siglo XII ya se establecieron en ella los primeros comerciantes. Con los avances de la Reconquista y al desaparecer el peligro navarro después de la batalla de Atapuerca en 1054, Burgos inició sus relaciones mercantiles con los puertos del Norte. Alfonso X creó el almirantazgo de Castilla, que instaló en Burgos, agrupando los puertos de Santander, Laredo, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera.

Si con Fernando I alcanzó Burgos la capitalidad de la monarquía castellana, Alfonso VI elevó la ciudad al rango de sede episcopal. Las tierras burgalesas se van poblando de monasterios, auténticos e inapreciables joyas de piedra. Surgen, primero, San Pedro de Cardeña -donde reposan los restos del Cid Campeador- y Santo Domingo de Silos; después, Las Huelgas y la Cartuja de Miraflores... El Camino de Santiago convirtió a Burgos en insoslayable hito de universalidad europea, consagrado más tarde, definitivamente, por la maravilla del gótico...

Fecha clave fué el año 1221, año en el que Fernando III el Santo y su esposa Beatriz de Suabia inician la construcción de la Catedral, la primera de las levantadas en España en estilo gótico y el más universal de los monumentos burgaleses. Obra conjunta de artistas de varios paises, simboliza y proclama por sí sola la unversalidad de la Cabeza de Castilla.

Patente se hace también ésta en la Cartuja de Miraflores, donde yacen los padres de Isabel la Católica, Juan II e Isabel de Portugal, y en el más noble de los edificios civiles burgaleses, la Casa del Cordón, levantada en el período de mayor explendor político, artístico y económico de Burgos y su provincia, las últimas décadas del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI.

Burgos era en el s. XIII archidiócesis y ciudad rectora del incipiente comercio lanero. El tráfico de la lana se centralizó en Burgos y los cántabros y vascones fueron sus efectivos transportistas. Este activo comercio hizo de Burgos una de las ciudades más prósperas de la Península durante los s. XIV y XV; en ella vivían los magnates de la Mesta y un gran número de conversos prestamistas.

En el escudo de la ciudad, cuya definitiva composición data de las concesiones realizadas por Enrique II en el siglo XIV, se sintetizan los rasgos más característicos como "Cabeza de Castilla", "Cámara Regia" y "la primera en la voz y en la fidelidad".

El reinado de los Reyes Católicos, que señaló para la ciudad la cumbre de su riqueza, con la expansión del comercio lanero castellano coincidió con el recrudecimiento de una pugna, ya tradicional, entre las ciudades de Burgos y Bilbao. La disputa se centraba en torno a la pretensión bilbaína de acaparar el transporte a precios más elevados, mientras que Burgos deseaba controlar la flota al objeto de que los fletes fueran más baratos. Inicialmente los Reyes Católicos fueron favorables a la ciudad castellana, constituyéndola en Consulado (1493) y dándole el monopolio del comercio exterior cantábrico. En 1499 ambas ciudades llegaron al acuerde de que Burgos se reservara la exclusiva del comercio lanero y Bilbao el monopolio de las exportaciones del hierro. La prosperidad de Burgos se derrumbó en 1575 a raíz de la rotura del eje económico Median del Campo-Amberes, y la decadencia económica de la ciudad, motivada por la ruina de las exportaciones laneras (1575) se acentuó en el s. XVII y continuó durante la etapa del reformismo borbónico en el S. XVIII.

En el s. XIX Burgos quedó relegada a centro de comercio agrícola y su población permaneció prácticamente estacionaria, pues de 24.327hab. en 1827, sólo aumento a 30.167 en 1900.

Información obtenida de Encarta y de la guia Informativa Comercial y Turística 97-98